Maximiliano se llevó las manos al corazón y exclamó con voz clara: "Perdono a todos , y a todos ruego que me perdonen. Deseo que mi sangre, que va a verterse ahora, beneficie al país. ¡Viva México!
Se hizo un silencio total. El médico militar miró a los tres hombres un momento, y al desviar la mirada le pareció que veía tres siluetas negras recortadas en el muro.
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